Historias para compartir
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101mujeres Me llamo Isabella, tengo 14 años y soy la mayor de mi familia, por eso a veces me preocupo mucho por mis hermanos menores. De grande quisiera ser doctora o tal vez abogada, así podría ayudar a las personas que no tienen recursos y pasan por situaciones difíciles.


Las historias de Isabella

  • Una cuestión de espacio

  • Pedir ayuda nos hace más fuertes
  • Una cuestión de espacio


    Como mucha gente, Isabella y su familia viven en un departamento pequeño. Ella siempre ha vivido ahí, así que está acostumbra a las limitaciones del espacio y nunca había tenido problemas para compartir la habitación con sus hermanos, hasta este verano. Apenas estaban empezando las vacaciones y ya se había enfadado con ellos tres o cuatro veces.

    IsabellaDe pronto dejaron de hacerle gracia los juegos y las bromas infantiles y comenzaron a abrumarla el ruido y el desorden de juguetes. Desgraciadamente no hay otro lugar para mudarse, así que Isabella ha tenido que hacer esfuerzos para tolerarlos. Y aunque siempre ha habido conflicos por la diferencia de edades, las vacaciones han venido a complicarlo todo ya que tienen que pasar todo el santo dia juntos. Cabe decir que ella quiere un montón a sus hermanitos y que le atormenta un poco su necesidad de alejarlos, pero está creciendo y necesita de su propio espacio.

    Así que lleva un par de semanas confundida, por un lado sabe que sus hermanos necesitan jugar y tienen derecho a disfrutar del cuarto tanto como ella, pero por otro, no puede evitar sentir envidia de Romina, su amiga que vive al lado en un departamento idéntico, solo que Romi no tiene hermanos.

    Irónicamente Romina tampoco se lo ha estado pasando bien últimamente, resulta que se aburre y constantemente va a casa de Isabella para platicar con ella y jugar con sus hermanos. De no ser por esas escapadas, Romina pasaría todas las mañanas sola y triste hasta el regreso de su mamá del trabajo. Al ver a Romina tan entretenida jugando con sus hermanitos, Isabella recuerda cómo la han acompañado en sus peores momentos, y no puede contar cuántas veces con su inocencia la han animado. Así que decidió encontrar una solución que no sea regalar con Romina a sus hermanos.

    Para empezar les propuso un cambio de camas a los niños, ella usaría la litera de arriba, así los mellizos compartirán el espacio de abajo: un niño dormirá en la litera baja y el otro en la cama individual que era de ella. Para adaptar su espacio, Isabella pidió a su padre instalar unas cortinas para amurallar su reino del piso alto, y para tener sus cosas a la mano, pusieron un par de repisas y una lámpara que casi llega al techo. Todos saben que no es la solución ideal, pero el cambió ha ayudado mucho. Cuando Isabella necesita un rato de paz, se sube a su litera, cierra sus cortinas, lee o se pone sus audífonos. Otra cosa que hicieron fue dividir en partes iguales los espacios para guardar y establecieron reglas de orden y limpieza. Ahora están diseñando un calendario con horarios para jugar, platicar, dormir y tener un tiempo a solas.

    Gracias a estas medidas han logrado sobrevivir a las largas vacaciones de verano, las discusiones siguen pero han bajado, y mientras los niños se adaptan Isabella ha comenzado a ahorrar para decorar su pequeño espacio. Así es como la recamara ha cambiado y el amor entre hermanos sigue intacto.


    Pedir ayuda nos hace más fuertes


    Hace tiempo, una noche Isabella despertó espantada y con el corazón acelerado como si hubiera corrido un maratón. No era que estuviera soñando una pesadilla, ni que hubiera sonado la alerta sísmica que tanto la asusta; en realidad no había nada que explicara su respiración agitada ni esa sensación de que algo terrible estaba a punto de pasar. Poco a poco y sin saber cómo, esa sensación y la agitación se le fueron pasando, aunque ya no se pudo volver a dormir porque se quedó intranquila.

    Días más tarde, los nervios de la temporada de exámenes le trajeron el recuerdo de aquella noche. Obviamente no quería volver a pasar por lo mismo, pero tampoco quería contarle a nadie lo que le estaba pasando, así que, valiente como siempre había sido, Isabelladecidió enfrentar sola una batalla contra algo que ni siquiera sabía bien qué era. Pero por más que luchaba ya no podía concentrarse en nada, todo a su alrededor parecía derrumbarse y cualquier cosa la alteraba —¿acaso se estaba volviendo loca?— se preguntaba. 

    Así fue cómo desarrolló un transtorno de ansiedad y sus crisis empeoraron. Había veces que sentía que se moría, un día tuvo tanto miedo que instintivamente salió corriendo de su cuarto. Afortunadamente su mamá estaba en casa y después de calmarla un poco, aprovechó que Isabella en su desesperación le pidió ayuda y la convenció de consultar a una psicóloga. Al principio Isabella no creía que la terapia pudiera resolver su problema, además le daba vergüenza y no confiaba en nadie para hablar de los miedos que rondaban en su cabeza, pero al mismo tiempo se estaba dando cuenta que guardarse sus angustias para ella misma lo empeoraba todo, así que decidió aceptar la ayuda. 

    Ahora, con el apoyo de su familia y las terapias, Isabella ha aprendido a lidiar con su miedo. Todavía tiene algunos días malos, pero ya no se aísla. Sabe detectar las situaciones que detonan su ansiedad y si se siente vulnerable respira con calma, trata de distraerse y hablar con alguien para no luchar sola. 

    Así fue como Isabella aprendió que pedir ayuda no la hace débil, al contrario, refleja que es una chica más madura que enfrenta sus problemas en lugar de solo pensar en ellos. Porque ser valiente no es no tener miedo, sino seguir adelante a pesar de él.

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